Historia
Hace 20 años que compré el artefacto en la famosa y riquísima empresa LOGISTIC. Era plateado, más pesado de lo que se esperase, esférico, con una gran oquedad en el centro y relativamente pequeño; cabía en mi mano abierta y estirada. Lo adquirí cuando me di cuenta que mi vida giraba hacia la soledad. Llevaba tiempo viviendo solo con mi madre y parecía que aquella situación no iba a cambiar, los momentos en los que uno podía conocer a gente sin tener deseo de hacerlo iban desapareciendo y ahora no veía la fuerza ni la voluntad para aceptar el reto.
Al principio mi madre no se lo tomó a bien. Ella era una mujer clásica, que veía la el mundo como hacía mucho tiempo había dejado de ser. Apreciaba las relaciones sociales “puras”, aquellas que se producían sin intermediarios, de persona a persona, de cuerpo a cuerpo. No podía comprender que me impedía conocer gente o como la trama social me lo dificultaba. Pero era el año 2200 y cada uno iba por su cuenta. El placer instantáneo y continuo era la meta y esta parecía más cerca que nunca. Sin tener que trabajar, con la tecnología haciendo el trabajo duro y con la capacidad de disfrutar de cualquier cosa posible, la gente solamente conocía de otra a través de proyecciones corporales que podían mostrar el cuerpo de cualquiera de una manera impensable hasta ahora. Los cuerpos aparecían según estatura y rasgos físicos, pareciendo verdaderamente entes biológicos. Cuando alguien deseaba comunicarse con otro de manera directa activaba su dispositivo y tras esperar entre uno y dos segundos una masa adquiría la forma de la otra persona.
De esta manera el contacto físico, había ido haciéndose cada vez más esporádico. Las autoridades y organismos sociales se habían percatado pero esta tendencia no había hecho más que crecer. Una sensación de aburrimiento de lo físico, de inapetencia por lo mundano era general. A demás, la educación solo produjo técnicos y más técnicos, inadaptados sociales que sentían del mundo un lugar oscuro, no hecho por ni para ellos e imposible de controlar.
Yo trabajaba desde mi casa y mantenía algunos amigos que había hecho durante mi etapa académica. Cada semana quedaba con ellos y nos íbamos mediante nuestras proyecciones a un bosque virtual que habíamos creado durante nuestra etapa universitaria. Tenía la superficie de una gran ciudad y para hacerlo nos documentamos en algunos archivos que informaban de cómo eran los árboles y bosques; hace tiempo extintos. En concreto reproducía una tundra. Lo presentamos como trabajo fin de curso y hubiese ganado el premio si no hubiera sido porque un viejo del jurado se dio cuenta de que en el norte no había palmeras, cosa que ninguno de nosotros ni siquiera sabía. Y nosotros pusimos como árbol más frecuente precisamente a una palmera datilera, que desgracia. De todas maneras hoy seguíamos disfrutando de esos exóticos seres a unos pocos grados en nuestro paraíso invernal.
El resto de mi tiempo libre, que tampoco era mucho, al tener que trabajar como técnico de y revisor de sistemas lo pasaba con mi madre a la que le encantaba mi compañía. A ella le tuve que explicar lo que había comprado y tras unos días que lo discutimos a ratos, ella cedió. Comprendió que era difícil un cambio en mi comportamiento y también se dio cuenta de cómo funcionaban las cosas. Lo mejor para mí, para mi felicidad era que se lo pusiese; ella seguiría conmigo siempre.
Recuerdo perfectamente aquel día por el profundo sentimiento de rechazo que me produjo. Nos encontrábamos en el salón, la habitación más iluminada de nuestro piso, ya que una luz pálida de una enorme farola que teníamos en frente de la única ventana de la casa entraba a todas horas. Allí con mi madre sentada en el sofá y yo de pie a su lado seguimos las instrucciones del artilugio. En principio parecía sencillo, solo había que confirmar la salud hemodinámica del portador, colocarlo sobre su lóbulo occipital y darle a encender pero una vez que arrancó y emitió un potente sonido que yo vi natural mi madre gritó de dolor. El aparato se ancló con infinitud de pequeñas agujas a la cabellera propiciando inicialmente un aro de gotitas de sangre en la coronilla pero después la cantidad de sangre fue mayor fusionándose esas pequeñas gotas en un círculo que acabó por deformarse y desparramarse por el cuello y cabello. Tras esto, tan repentino como ocurrió todo, desapareció el brote de sangre. Después del incidente me informé que tenía agentes coagulantes que limitaban el desangro a unos pocos milímetros cúbicos. ¿Pero quién iba a pensar que funcionaba así? En los anuncios todo era mucho más limpio y feliz. Tras el incidente y un periodo de tiempo en el que no nos quitamos de la cabeza lo ocurrido y si estábamos haciéndolo correcto, nos olvidamos de todo. Pero la máquina actuaba, de hecho actuó ininterrumpidamente, durante 24 horas al día, hasta la muerte de ella.
Su funcionamiento hasta ese día fue colosal. Básicamente consistía en saber cómo ella respondía (desde cualquier punto de vista) a cada uno de los millones de estímulos que se le presentaban en el día y la noche, ya podían ser sus respuestas a mis preguntas, cómo movía la comida para que no se pegase, qué decía en una llamada telefónica o como reaccionaba frente a una nueva noticia. A todo ello se le sumaba el conocimiento sobre como dependían sus actos de su estado fisiológico, es decir, se medían y relacionaban respuestas con frecuencia cardíaca, electroencefalograma avanzado e innumerables otras constantes. Como resultado se iba obteniendo la imagen completa de cómo era una persona. No importaba el pensamiento pues eso no se tenía en cuenta ni se podía grabar. Lo que valía era el hecho de saber cómo alguien se manifestaba hacia el exterior, de cómo se presentaba a los demás. A fin de cuentas es eso lo que nosotros podemos llegar a saber de la individualidad de alguien; su autenticidad solo es su comunicación con el mundo.
El trabajo del artilugio, su genuino producto, el algoritmo de mi madre terminó de crearse cuando ella expiró, 10 años tras la adquisición del producto de LOGISTIC. Esto proporcionó el tiempo adecuado, para ofrecerme la conciencia de mi madre, según dijo la empresa.
A los 5 días de estar sin ella, llegó a mi casa una plataforma de realidad que contenía el algoritmo de ella y la puse a funcionar.
Tal como suponía la masa adquirió la forma de mi madre. Lo hizo tal cual sucedía cuando me conectaba con mis amigos y quedábamos en nuestra tundra. Era un cuerpo indistinguible de la persona real. Esto no era muy difícil solo tuvieron que escanear minuciosamente todo detalle de ella el día de la muerte(o antes si eras precavido y recatado y te querías someter al escaneo corporal total que ofrecían algunas empresas para quien quisiera obtuviese tu recuerdo viviente sin tantas arrugas para un futuro en el que no estuvieses), pero lo impresionante sucedió a continuación.
Volví a escuchar su voz tal cual como la tenía en mi mente, saludándome y reflejando naturalidad; como si nada hubiese ocurrido. Un sentimiento vomitivo vino a mí; traición, pena y rabia se condensaron en un llanto que me hizo salir de la habitación mientras oía los lamentos de ella, yo lloré y me fui a mi aposento. Pasé el resto del día en una realidad virtual relajándome y más bien olvidando. La aceptación de esa naturalidad, de la mutación del sentimiento de su muerte a tenerla de nuevo presente no fue inmediata. Se fue dando durante varios meses.
Paulatinamente su fallecimiento se desvaneció de mi memoria; se convirtió en un momento triste de mis recuerdos al igual que otros pero sin trascendencia alguna en mí. Cuando alguna vez venía a mi cabeza lo bloqueaba automáticamente, miraba a la plataforma, hablaba con mi madre y mi impalpable tristeza se golpeaba contra su física figura haciéndose cada vez más y más vacía e irracional.
Todo volvió a ser como antes, durante años disfrute artificialmente de la persona que soportaba mi débil equilibrio emocional y mi vida siguió girando hacia el mismo punto, con problemas iguales de diferente forma, con mis mismos pensamientos y frustraciones. Mi madre respondía a los actos habituales de la misma manera o similar a como siempre lo hizo y también lo hacía a cosas que nunca vivió, de una manera que la idea que yo tenía de ella encajaba perfectamente; de una manera que su lógica habrían acometido con muchísimo parecido. Así disfrutamos de celebraciones de año nuevo, discusiones de lo que debía o no hacer, de la salud, de las comidas, del tiempo, de los deseos de ambos…
Ayer sin embargo un hecho de lo más simple alteró mi ficticio orden. Era la hora del café. Tradición antiquísima que la asignábamos a mi abuelo paterno y que desempeñábamos desde siempre. Una vez al día en el salón nos tomábamos una taza de café. A veces podía salir más fuerte, otras suave, pero de eso se trataba, de jugar con el azar y el gusto y perder o ganar según el día. Me disponía a llevar la taza de en la bandeja (mi madre rechazaba la servidumbre de hojalata como decía) y justo al entrar en la sala, con ella sentada y mirándome, me tropecé. Fue bastante cómico, resbalé de un pié y la pierna deslizó hacia delante, mientras tanto la otra recreó una especie de danza polka ya que se flexionó y brincaba hacia atrás para mantener el equilibrio. Con la bandeja volando, lloviendo café y mis piernas haciendo una corea pude asirme con cada mano a los dos marcos de la puerta pero al final, como era de esperar acabé con mi trasero en el suelo.
¿Pero qué hizo? Se levantó, con la cara rígida y asustada y me preguntó insistentemente por mi salud yéndose a por un trapo a limpiar el estropicio ¿En serio no se había dado cuenta de la manera en que me caí? ¡Ni el mejor número de un humorista lo hubiese hecho mejor! ¡Pero si claramente se notaba que no me había hecho nada y en la escena que representé no se apreció peligro! ¡Pero si mi madre siempre se reía con estas cosas! ¿Por qué no había hecho ni una mueca de risa, por qué tanta preocupación? Algo se produjo en mi cabeza. Un pensamiento nítido y punzante que llegó hasta el corazón. Hacía 10 años que había sentido aquello. Sucedió con la muerte de mi madre. Otra vez estaba frente al mismo sufrimiento.
Nadie ni nada iba a hacerme sentir de esa forma. Ahora mismo mandaba un correo a la empresa LOGISTIC con una reclamación.
Otros aspectos
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